Oda al salto de cama. 8M
Ayer Recuerdo perfectamente que ni un solo día al levantarse de la cama mi güela no la llevase puesta-la bata- cuando el resto de la casa seguía adormilada. Dejaba haciéndose el café en la italiana color plata -de aquella no había más colores- lentamente de tal manera que a mí se me mezclaba, aquel olor singular a café molido y achicoria con los sueños dulces de la infancia. Así iba despertando de mi letargo dominical, aunque confieso que la suerte de dormir con ella implicaba acurrucarse hacia su lado vacío pero caliente aún. Eso era la gloria para mí. Luego, iba al baño y se arreglaba solo un poco porque la lluvia que golpeaba contra la persiana de nuestra habitación, vaticinaba que no se saldría de casa para nada. Mi güela usaba zapatillas con suela de goma amarilla, a cuadros, rojas, negras, de esas que no hacen ruido pero que abrigan los pies, siempre se quejaba de pies fríos, hasta que no llegaba el verano no cesaba el retintín aquel de: - ¡No entro en c...