Oda al humor

Dicen los que entienden que una de las actuaciones más difíciles que cualquier persona es capaz de hacer ante otros es sorprenderles hasta el punto de hacerles reír.
Ser ingenioso, chispeante, coloquial, ameno, simpático, ocurrente, imaginativo, risueño, espabilado, son sólo algunas cualidades que el más preciado humorista debe fomentar.
Y lo más difícil de todo es, ser capaz de hacer olvidar cualquier problemilla que podamos tener, cualquiera, hasta la mayor pena.
Lo que mueve a reír sin duda como os decía es la necesidad que tenemos de olvidar o de recordar.
Desde que en este país se instauró de forma cotidiana la versatilidad del orador capaz de recordar un monólogo extenso y gracioso hasta el límite, Señoras y Señores ésta, se ríe a carcajada limpia
Y eso es digno de agradecer.
No por que ahora en este país se esté pasando muy mal si no por que como digo, el gran comediante, sí que vale un sueldo de diputado e incluso de presidente.
Se merece todo mi respeto y admiración pues siempre me fue mucho más fácil reír que llorar, esto último lo dejo para mi familia, y siempre, muchas veces fui juzgada por mi carácter risueño, alocado, y chisposo, sin llevar por ello copas de más.
Me gusta reírme, sonreír, hacer muecas, el bobo y saben qué, me gusta hacerlo casi siempre en compañía...
¿Será por que soy un niña? Qué más quisiera yo, que volver a ser aquella.
A ser felices, que a veces duele, pero que no se note, Señoras y Señores.
Mil besos.

Mónica Solís


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